sábado, 28 de febrero de 2009

CELCO hace noticia: Emisarios, emisiones y omisiones

Utilizando la palabra “emisario”, un periódico valdiviano se apuró en publicitar en portada la ruta y la supuesta llegada al mar del ducto contaminante de Celulosa Arauco.

No se molestó en añadir un “glosario de tecnicismos” ni en reseñar la oposición que por largos 13 años han sostenido pescadores y mapuche-lafkenche del Borde Costero.

“Bienvenida contaminación” podría haber sido el titular. “Ya contaminamos el río Cruces y ahora apuntaremos directamente al mar” o “CELCO opta por la alternativa contaminante más barata: un ducto”.

Precisamente dos días después haberse dado a conocer el rechazo de la Subsecretaría de Marina a la concesión costera que había solicitado CELCO: por gruesas fallas en el planteamiento, por inexactitudes y omisiones; y lo que es más decidor, por la iniciativa ciudadana que logró reunir más de 3.000 cartas firmadas en oposición. La prensa da cabida a una noticia que en media página pretende dejar claros los alcances de un proyecto que implicaría poner en riesgo la salud no sólo de Mehuin, Queule y Puerto Saavedra, sino la de todos quienes consumen mariscos entre Tirúa (VIII Región del Biobío) por el norte y la desembocadura del río Valdivia (XIV Región De los Ríos) por el sur ; sin olvidar la Isla Mocha y el Lago salado Budi (que conecta con el mar). Por cierto, refugio de cisnes de cuello negro.

Nada de las implicancias de la Ley Lafkenche, nada de las obligaciones que presupone el Convenio 169 de la OIT, nada de los 300 kilómetros de costas amenazadas.

El mismo diario en su versión temuquense, no se hizo cargo de la noticia. Los periódicos penquistas tampoco. La prensa, “ese cuarto poder”, el mismo que aconsejaba avasallar a los “indios bárbaros” hace más de 100 años, no se detiene a advertir que el mar de las regiones De Los Ríos, Araucanía y del Biobío se ve amenazado con la intromisión de 2 kilómetros a 18 metros de profundidad, de un ducto para desechar “riles” (residuos industriales líquidos).

¿Qué seriedad puede ofrecer un Estudio de Impacto Ambiental? Sería cosa de revisar quién compone la comisión que lo evalúa: políticos financiados por empresarios. El principal asesor de CELCO, el señor Pablo Daud estuvo a la cabeza de CONAMA por 10 años. Sería tan simple como revisar el porcentaje de proyectos rechazados (a pesar de tener informes negativos) para llegar a la conclusión de que la Corema (la versión regional de CONAMA) no es sinónimo de seriedad ni transparencia. Baste recordar el bullado caso de la construcción de la Central en el río San Pedro, el caso de los áridos en Maquehue, los túneles construidos por adelantado -sin esperar siquiera aprobación- en el caso de HydroAysén en la Patagonia, los cementerios (pu eltun) pehuenche inundados en Alto Biobío y las termoeléctricas en carpeta donde hay santuarios naturales.

En el periódico dependiente de “Diarios Regionales” (vinculado a El Mercurio) no se mencionó en párrafo alguno los conflictos que ha tenido la empresa consultora australiana entre Uruguay y Argentina (Gualeguaychú), ni los puentes cortados en oposición a la construcción de esa planta, así como sus efectos sobre el turismo. Tampoco hay pruebas de que los estudios hayan sido realizados por Arcadis, consultora con representación en Chile. Se limitan a señalar que alrededor de 14 universidades e institutos participaron, sin destacar que principalmente el supuesto equipo lo compusieron profesional de la Universidad de Concepción. Menos se hizo un paralelo con lo vivido en la zona del Itata -donde sin respetar la voluntad ciudadana- se aprobó un “emisario” que no se correspondió con el trazado señalado en los estudios. Aquello no sucedió simplemente por “errores de cálculo”, asunto habitual; sino por mera “decisión de empresa” sin previa consulta de los afectados directamente: quienes viven y han vivido en la zona.

¿Se entiende ahora la oposición de los habitantes ancestrales de los territorios al norte y al sur del Toltén?

Los largos años de vigilancia de los defensores del mar, el redoble de la atención en los períodos de invierno y verano, las noches sin dormir, permiten señalar que no se ha realizado estudios de impacto ambiental en la zona. Ni siquiera con la extensión de los plazos (más allá de la lógica) que se ha otorgado a Celulosa Arauco, al punto que sus “estudios de invierno” se extendían hasta la primavera, se ha medido los alcances de la contaminación.

El sistema de evaluación no es garantía de seriedad.

¡No hubo tales estudios! Lo publicado en portada no responde sino a una estrategia mediática para confundir a la población y predisponerla a una imposición.

Hay que ser claros en ello.

En medio de la crisis mundial los pagos a los mehuinenses (para que no se opusieran a la construcción del “emisario de muerte”), se congelaron.

Más de 23.000 millones de dólares declaran haber perdido, producto de la crisis especulativa, los mayores grupos económicos chilenos. Celulosa Arauco ha perdido alrededor de un 40% de su capital. Es decir su capacidad de “corregir errores” y de “invertir en calidad” se ha reducido casi a la mitad. Los grandes conglomerados están despidiendo alrededor de un 10% de sus empleados. ¿Así hablan de fomento al empleo? ¿Qué significa contratar por 2 años a alguien? ¿Es eso un empleo “estable”? ¿Una apuesta de futuro?

Resulta irrisorio que la empresa pretenda desviar la atención del asunto central: el vertimiento de desechos industriales no del todo tratados de manera directa al mar con la promesa de contratación de algunos obreros para la construcción del “emisario”, el eufemismo para evitar hablar de un “desagüe”, de un “ducto”.

El mismo negocio de la celulosa, ha dejado de ser tan “negocio”.

Un año de emisiones no se borra con un año de paralización de las faenas.

Los mapuche-lafkenche, en cambio, no han perdido ni el mar ni la dignidad.

Otros especulan con el cierre de la planta, que inclusive con la supuesta “inversión” en un ducto-emisario-de-muerte seguiría a la cabeza de las industrias que producen a menor costo. “Lo barato cuesta caro” o dicho de otro modo: se produce barato porque se invierte poco en mejorar la forma de producir; gastar poco en procesar la celulosa no es sinónimo de eficiencia, es la prueba de que se está hipotecando la salud y el medioambiente de quienes se exponen a los desechos.

65 millones de dólares implicaría construir el ducto de traslado. Así y todo esta medida parche no incomoda a la empresa. Sus “altos” ejecutivos prefieren ocupar el dinero pagando por el silencio. Para ellos, sigue siendo negocio condenar a muerte el mar.

Por eso decimos y diremos con fuerza: ¡No al ducto!



Movimiento Por La Defensa del Mar

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